Tito Brandsma y Edith Stein:
Profetas del Carmelo inspiradores de paz
Por Felipe Navarrete Díaz, OCarm.
Al escuchar o ver diariamente desgarradoras noticias acerca de lo conflictos bélicos que se desarrollan en Medio Oriente, busco en estos Santos Carmelitas un mensaje esperanzador. Estamos en medio de una horrible calamidad que azota a estos territorios y que día a día va sumando miles de víctimas a la gran lista de afectados por la falta de amor y respeto a la dignidad humana. Hace algunos meses escuchaba en un noticiero lo siguiente: ″Medio Oriente es un volcán a punto de estallar″, ahora puedo decir que lamentablemente sucedió, estalló, y no sólo esto, sino que la desgracia se triplicó, otros países tristemente participan de este acto atroz y deshumanizante: la guerra.
Al escuchar o ver diariamente desgarradoras noticias acerca de lo conflictos bélicos que se desarrollan en Medio Oriente, busco en estos Santos Carmelitas un mensaje esperanzador. Estamos en medio de una horrible calamidad que azota a estos territorios y que día a día va sumando miles de víctimas a la gran lista de afectados por la falta de amor y respeto a la dignidad humana. Hace algunos meses escuchaba en un noticiero lo siguiente: ″Medio Oriente es un volcán a punto de estallar″, ahora puedo decir que lamentablemente sucedió, estalló, y no sólo esto, sino que la desgracia se triplicó, otros países tristemente participan de este acto atroz y deshumanizante: la guerra.
Percibimos, por desgracia, cómo los pueblos se ven sometidos al temor como ley suprema, e invierten, por lo mismo, grandes presupuestos en gastos militares. Justifican este proceder y no hay motivo para ponerlo en duda diciendo que no es el propósito de atacar el que los impulsa, sino el de disuadir a los demás de cualquier ataque. En esta época no comprendemos con claridad que entre los principales deberes de la naturaleza humana hay que colocar las relaciones individuales e internacionales para que obedezcan al amor y no al temor. Tito Bransdma era muy consciente de esto “La paz es posible, venceremos por el amor” es una de sus frases póstumas y una invitación a difundir la cultura del amor como barrera contra la guerra. La fe de Tito llevaba a confiar siempre en la posibilidad de la paz, el perdón y de la reconciliación, toda su vida fue un verdadero mediador en conflictos de diversas índoles. Cuando estaba prisionero le fue pedido un escrito para explicar por qué los católicos holandeses se oponían al nacionalsocialismo, el carmelita concluye su argumentación con una hermosa bendición “Dios bendiga a Holanda, Dios bendiga a Alemania, ojala Dios conceda a estos dos pueblos tan cercanos volver a caminar en paz y libertad”. Esta es la invitación de Tito Brandsma: pedir a Dios por la paz y que nosotros promovamos desde nuestra vivencia esta invitación.
Actualmente se ha ido generalizando cada vez más la profunda convicción de que las diferencias entre los pueblos deben resolverse con las armas, terrible potencia destructora que las actuales naciones poseen, y del temor a las horribles calamidades y ruinas que tales armamentos acarrean. El ataque al avión comercial de Malasia es un ejemplo de ello, y muchos atentados más. Por esto, en nuestra época, que se jacta de poseer la energía atómica, grandes avances tecnológicos y científicos, resulta absurdo sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado.
Edith Stein una, Santa y Filosofa Carmelita, aborda en su pensamiento un tema antropológico fundamental, y al igual que Tito Bransdma invita a voltear nuestra mirada atenta al otro y reconocer en el prójimo su vivencia originaria que debe terminar en un movimiento de simpatía, es decir, en un modo de “sentir junto con los otros”. La simpatía nos permite recoger la vivencia empática y volcarse afectiva y moralmente al otro dando un paso desde un asentimiento empático a un sentimiento simpático que nos mueve a ser solidarios. Este es el mensaje esperanzador al que hacía referencia al inicio de esta reflexión: sólo en esta dialéctica Empatía-Simpatía podemos explicarnos las experiencias de las luchas por los ideales de la dignificación en las que, pienso yo, muchos se ven llamados a realizar, incluyendo los líderes políticos y religiosos. Estos Santos Carmelitas derramaron su sangre tras un martirio largo y doloroso, pero no lo hicieron en vano, ellos son el fermento para que podamos entender que el amor debe transformar el corazón de aquellos que ponen sus falsos ideales en las armas. Debemos luchar con esta cultura deshumanizante y con olor a muerte, muchas víctimas inocentes están en medio de esos bombardeos y explosiones, muchos de ellos son niños, ancianos, jóvenes que desean vivir en un mundo mejor.
Estos Santos del Carmelo con sus vidas nos recuerdan que Cristo nos ha traído la paz, nos ha dejado la paz: “La paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da os la doy yo”. Pidamos, pues, con insistencia por la paz que Él mismo nos trajo, y borre, especialmente en los líderes, cuanto pueda poner en peligro esta paz, y convierta a todos en testigos de la paz, de la justicia y del amor fraterno. Que Él ilumine con su luz la mente de los que gobiernan las naciones, para que, al mismo tiempo que les procuran una digna prosperidad, aseguren a la humanidad el don hermosísimo de la paz.
Finalmente, que Cristo encienda las voluntades de todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la recíproca comprensión, para perdonar, puedo asegurar y sin temor a equivocarme que Tito y Edith nos muestran claramente esta lección al final de sus vidas. El amor y el perdón todo lo pueden, de esta manera, bajo su ejemplo y amor por el otro, que todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz que en estos momentos es tan necesaria.
Felipe Navarrete Díaz, OCarm.
Felipe Navarrete Díaz, OCarm.
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